martes, 29 de enero de 2008

TODOS LOS HOMBRES SOIS IGUALES, Y BUSCAIS LO MISMO

Todos los hombres sois iguales, y buscáis lo mismo. ¿Que varón no ha escuchado alguna vez a lo largo de su vida esta frase?, pienso que pocos, y lo que es aún peor, el modo insultante, peyorativo, vejatorio e injurioso, con el que la mujer suele pronunciarla.
El uso y el tiempo, han ido consiguiendo que una expresión, que tan sólo constata la realidad de un hecho, termine convirtiéndose en una sentencia sin apelación, que concluye tornando al hombre en reo de la mayor de las bajezas: “El instinto reproductor”.
Pues bien, creo llegado el momento de romper una lanza para que esto deje de ser así.
Es cierto que todos los hombres son iguales, si no de un modo absoluto en lo físico, sí en lo esencial y heredado genéticamente de sus ancestros, entre lo que se encuentra el instinto. Si bien éste, a lo largo del desarrollo de la sociedad humana se ha visto influido por ésta; de manera que me atrevo a decir que en el varón confluyen dos tipos de comportamientos instintivos, los que rige el instinto natural, y los que rige, el instinto inducido. El primero de los grupos de comportamientos, en mi opinión es el directo responsable de la dichosa frasecita.
Desde los primeros momentos de la creación, la existencia de dos sexos distintos ha tenido un solo y único fin, creced y multiplicaos, son escasos los ejemplos en que la naturaleza ha dotado a uno de sus componentes de la capacidad de auto reproducirse. Para que el creced y multiplicaros se produjese, la misma, siempre sabia, equipó a cada sexo de elementos diferenciadores, tanto físicos como químicos. Variopintas y curiosas, son las formas y los modos (inflamación de los órganos genitales, emisión de efluvios, micción de fluidos, rituales posturales, danzas espectaculares, sonidos etc.), en que las distintas especies emiten mensajes que tienen como destino el sexo opuesto, apuntándole: “estoy receptiva y dispuesta para procrear”, y digo receptiva, por que por regla general, son las hembras las que los emiten.
Pero mire usted por dónde, la hembra de la especie humana, (que es la única que siempre está preparada para ser cubierta), es a su vez la única, que carece de toda señal externa, ni física ni química, por la que el macho pueda deducir que esta apetente. De lo que se deriva que “al prenda”, para conseguir el ancestral objetivo final de que sus genes sigan expandiéndose, no le queda más remedio, que intentarlo con toda aquella que se le pone a tiro.
Por otra parte, la providencia pensó ¡creo yo!, como no haga algo, con el montón de ocupaciones, que tienen (jugando al tute y al dominó ellos, diseñando moda ellas, dándole al cristal ellos, charlando de sus cosas ellas, o degustando ricos mangares ambos, entre otras muchísimas), éstos no se juntan y van a tener menos descendencia que un caimán de madera. Y solucionó el tema creando algo que era superior en todo a todo cuanto se había engendrado hasta ese momento: “El placer del sexo” y para no tener que andar explicándolo de modo permanente, lo incorporó a unos bichitos, que hoy sabemos que se llaman cromosomas, y que parece ser son los responsables de ordenar, coordinar y poner en marcha, esta compleja máquina que es el cuerpo humano; de modo que sin necesidad de aprendizaje alguno, el macho humano tiene la lección bien aprendida y sabe perfectamente qué hacer para hacerse con su ración de placer sexual, aledaño por supuesto al ancestral fin de procrear. Digo bien, sabe qué hacer, pero ¿dónde hacerlo? Eso ya es otra cosa, y la duda existencial se perpetua generación tras generación , de manera que cuando ésta, ante la presencia de una moza de buen ver, y les aseguro, que todas son mozas de buen ver, las hay para todo tipo de visión, desde 0,25 hasta 8 dioptrías y más, pero como digo, todas de buen ver, cual si fuese el loco del cuento cervantino, se pregunta: ¿será “podenco”? y como su respuesta siempre es semejante, la duda, sin pensárselo más, se lanza al ataque.
De ahí, del primero de los grupos de comportamientos, como digo, procede la dichosa frasecita. -¿Tu que te has creído, qué soy una fulana? Desde luego, “todos los hombres sois iguales, y buscáis lo mismo.”-
Es cierto, innegable, seguro, indiscutible, categórico, indudable, etc. que todos los hombres, al menos en lo genético y salvo no muchas ecepciones, son iguales, y por el hecho de serlo, el comportamiento es el mismo, máxime cuando éste viene dado por la información implantada, en su cerebro, (de ahí las pequeñas ecepciones, la información es otra) desde la creación de la existencia.
De manera que no considero justo el trato humillante que la puñetera frase encierra. El hombre busca en la mujer lo que una muda, pero autoritaria voz interior, le ordena que busque, y obediente busca, hasta que halla, y cuando halla, comienza la batalla, batalla por cierto, que es la única conocida en la que ambos contendientes se lo pasan “bomba,”por hacer alusión a algún terminó bélico.
Solo resta dejar clara una última cuestión. Se ha recriminado, se recrimina, y de no producirse algún sorprendente cambio, ser recriminará, el modo totalmente natural e instintivo de comportarse los hombres en esta cuestión. Pero, en ningún momento, se ha reconocido, se reconoce, ni se reconocerá, la conducta totalmente inducida que ha hecho que ante ciertos estados, los hombres, antepongan a su instinto reproductor, ante todo y sobre todo, el respeto a las hembras por muy apetecibles que sean y esten, que en estos estados se encuentran.
No obstante lo dicho, y como un ejercicio de autocrítica siempre pensare “¡y acá, qué sabemos...!”
El eskribidor
Enero/2008

4 comentarios:

  1. Lamento no poder tener el suficiente tiempo ludico en el ordenador como para leer de un tiron lo que escribes y comentarlo, pero lo poco que he visto, como anteriormente ya dije, es fresco, agil, y me gusta. No es adulacion es que yo no tengo conocimientos literarios con lo cual soy una critica de sentimiento.Paki

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  2. ¡Bravo, bravo! por fin alguien que puso en palabras lo que alguna vez me puse a pensar, pero que no llevé a buen cabo quizá por el dolor -como bien lo expresas debido al tono en que suele decirse- de la frase que en Chile vendría siendo algo así como: "los hombres son todos iguales, quieren puro sexo".
    Pero pocas personas se detienen a reflexionar que los pobres hombres tan sólo somos inocentes Prometeos castigados con la orden suprema de reproducirnos siguiendo esa cruz llamada deseo.
    Me encantó este artículo, te he agregado a mis enlaces de mi blog.
    Escribes genial!
    Un abrazo,

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  3. Como te quiero...Paki, te debo un cafe, que gusto da tener tan buenos amigos.

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  4. Amigo se nota que uno ya va para mayor, como decimos por aquí los años no perdonan, y asta este momento no he caído en que no estaba haciendo algo que en mi opinión es de obligada cortesía, responder a los comentarios. Y como no lo he hecho poco a poco como correspondería, lo voy ha hacer de un tirón. Uno ya tiene sus años y ha escuchado en mas de una ocasión la dichosa frase, siempre acompañada de una buena ración de palos, de modo metafórico eso si, que era lo que le daba en el cuento Cervantino, el barbero, al loco que había tenido la osadía de tirarle la gran piedra que portaba en la cabeza, a su Podenco, mientras le repetía ¡a mi Podenco!¡a mi Podenco! y a cada frase un estacazo y le dio tantos que el pobre loco estuvo postrado recuperándose largo tiempo. Cuando por fin volvió a la calle, siguió con la piedra en la cabeza, pero cuando veía un perro e iba a lanzársela siempre se preguntaba ¿será Podenco? he de reconocerte que un principio y sin entender muy bien por que el chorro de palos que me daban era de no veas, pero al final aprendí, aprendí a manejar la estadísticas si de tantas propuestas se producían tantos estacazos, hombre que era lo más común y quedaban tantos silencios, por muy escasos que fueran la cosa iba bien, total nuca es tarde si la dicha es buena. Batallitas de mayores que lo que es viejo es la ropa.

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