viernes, 18 de enero de 2008

LA OBSESION, EL DESEO capitulo III

III
Y ese, fue el comienzo de la tortura. Habrían de transcurrir diecisiete días hasta que tuve la oportunidad de poder verla de nuevo, diecisiete días que recordaré siempre como infernales, diecisiete días en los que permanentemente sentí como si una poderosa mano oprimiese mi estómago de modo despiadado, en los que, como ya había supuesto, apenas si conseguí conciliar el sueño, diecisiete días tormentosos y atormentantes.
No quería forzar la situación, y tuve que esperar a que mi amigo Oscar me dijese que fuésemos a su casa a no recuerdo qué, entramos directamente a la cocina, donde estaba, como casi siempre. No me esperaba, la estuve mirando sin que fuese conciente de mi presencia, lo hice a hurtadillas, sin perder de vista la de mi amigo. La recorrí pormenorizadamente, no detecte ningún cambio en sus formas adoradas, ¡iluso de mí! en tan poco tiempo cambios, ¡ignorante!. Cuando menos lo esperaba mi amigo mencionó -Estamos aquí-, ella dio la vuelta como un resorte, tan rápido que Oscar lanzó una exclamación -Mamá, que te vas a caer-. Ocultó su rubor e inquietud afirmando –Sí, es verdad, hijo, pero es que me he asustado, no me había dado cuenta de vuestra llegada-. Aproveché la oportunidad para sujetarla por el brazo derecho, y mirándola a sus cautivadores ojos, pregunté, reflejando la ansiedad contenida que sentía -¿Está usted bien?, ¿todo está bien?- Sus grandes ojos me contemplaron con una luz acariciadora que jamás había percibido en ellos, y me contestó -Estoy bien, no os preocupéis-. Insistí con tono más impersonal. -¿Y el interruptor que reparé. funciona bien, hay alguna novedad?-, -Está perfecto, funciona sin novedad ninguna, además aún es pronto, no creo que dé problemas algo que has puesto nuevo, de todos modos si hubiese alguna, ya te la comunicaría-. Me tranquilicé, y me concentré en mi propio muro de las lamentaciones, me lamenté de no poder tenerla en mis brazos, me lamenté de no poder besarla, me lamenté de no poder hacerle el amor, pero, sobre todo, me lamenté de no poder decirle, mostrarle, demostrarle, que era la mujer a la que más amaba del mundo, que era mi pensamiento, mis sueños, mi deseo total. Oscar cogió lo que tenia que coger y nos marchamos a la calle. Mi alma se quedó con ella.
Al mes pasado, de mi última visita, mi amigo Oscar me hizo llegar, sin saberlo, un mensaje, -Por cierto Nano, mi madre me ha dicho que el interruptor que instalaste funciona perfectamente, que estés tranquilo, que te vio preocupado e inquieto con la instalación, que la hiciste tan bien como siempre, y que como te dijo, está segura que no puede haber novedad ninguna. Ah, y que hay que ver lo que vales, que eres muy bueno, y que te quiere mucho. Estas últimas cosas, me pidió que no te las repitiera, que para eso está tu madre, que ella no quería ocupar su puesto. Yo le dije, qué tontería mamá, claro que lo are-. No me dio un infarto porque Dios no quiso, pero poco faltó.

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